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Aprendizajes Tridimensionales.

El cerebro no aprende solo. Los aprendizajes, en términos subjetivos, implican apropiarse de conocimientos con la potencia para construir otros nuevos y, todo ello, apoyado e impulsado por el deseo. Uno de los riesgos de pensar en las problemáticas educativas con perspectivas unidimensionales es que el abordaje y las intervenciones se enfocarán, entonces, en una única variable, generalmente, en un individuo etiquetado como “niño/a problemático/a”.

En el área de la Química, la noción de tridimensionalidad es utilizada generalmente para referir a las redes conformadas e integradas por ciertos compuestos. En Pintura, el concepto de tridimensionalidad se emplea para dar uso de las perspectivas, lo que añade sensación de profundidad y fondo a lo plano de las estructuras utilizadas. En el Cine, desde fines del siglo XIX, la premisa, para llegar a lo tridimensional, fue considerar que para que la reproducción fuera más real, era necesario expresar a los objetos en sus máximas dimensiones posibles.

El deseo de aprender se construye con y entre otros. Así, las trayectorias educativas se inscriben desde las singularidades, que no es lo mismo que “individualidades”, porque justamente se fundan en la continuidad del intercambio con los otros.

Bernard Golse nos recuerda que la mayor parte de la construcción del cerebro del ser humano se efectúa a cielo abierto, fuera del útero. El bebé humano es el más inmaduro de todos los bebés mamíferos, como lo subraya Freud. Eso lo hace, significativamente, más dependiente del ambiente. Y es esa dependencia, que se inscribe y se sostiene en lo vincular, la fuente de la diversidad, esencia de las subjetividades. 

 

Así, se vuelve una perspectiva ética, subjetivante, pensar en los aprendizajes como procesos tridimensionales (en sus dimensiones intrasubjetivas, intersubjetivas y transubjetivas), que desbordan lo individual y que, como un tejido, se bordan entre subjetividades.

 

Juan Augusto Laplacette

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