Diagnosticar: Hacer Uso No Es Abuso.
En los contextos polarizados, es muy tentador (y seguramente más fácil) ubicarse en alguno de los extremos, porque pensar en matices, asumir la complejidad de las situaciones, demanda alta capacidad reflexiva para enlazar situaciones diferentes, con las propias conductas y emociones, así como ser empáticos con otros y sus pensamientos, sentimientos y acciones.
Entre los abusos de diagnósticos reduccionistas, etiquetantes y estigmatizantes (como fin en sí mismo) y la demonización de los diagnósticos (sin objetivos delineados y explicitados) hay un matiz que permite pensar ejes de análisis como hipótesis de trabajo para el diseño de abordajes, estrategias e intervenciones.
Diagnóstico, es un término que está formado por el prefijo "diag", que significa a través de, la palabra "gnosis", que es un sinónimo de conocimiento y, finalmente, el sufijo "tico", que se define como relativo a. Es decir que, ya en su definición, encontramos que diagnosticar, como verbo (más que como sustativo, al estilo Winnicottiano de Jugar-Juego), implica aproximarse a una situación a través del conocimiento, y en términos relativos, no determinantes-causales. Cuando la ideología -siempre presente- se alinea a esta concepción, el diagnóstico se transforma entonces en una guía de trabajo, dinámica (no estática), relativa -a los sujetos y a sus contextos-.
Sin embargo, diferentes profesionales (e incluso agrupaciones) luchan contra los malos usos y abusos de los diagnósticos en la infancia mezclando, con frecuencia, el diagnóstico con sus diversos usos. Justamente, suele ser uno de los fundamentos de esa lucha el efecto de etiquetamiento y la estigmatización, cuando sabemos que varios de esos mismos profesionales exponen fragmentos de su clínica y de sus pacientes en medios no académicos ni científicos estrictamente como lo son las redes sociales, por ejemplo. Los pacientes tienen tanto derecho a no ser etiquetados ni estigmatizados como a no ser expuestos respetando el secreto profesional y a tener devoluciones claras y precisas sobre sus motivos de consulta, sobre los abordajes y dispositivos que se desplegarán.
Por eso, pienso que ese tipo de luchas, en el extremo, son riesgosas. Para los profesionales y para los pacientes, porque invita más a imponer(se) desde el otro polo, que a complejizar construyendo diferentes criterios enriquecedores y superadores. Es como aquel que cree que a un niño le hace mal usar un celular, porque la tecnología es mala, entonces su solución es sacárselo, suprimirlo. Ese es el camino corto, pero reduccionista al fin. Porque uno podría pensar: por qué ese niño usa el celular? Qué hace cuando lo usa? Cómo lo usa? Juega? A qué? Podré compartir con él eso que hace? Entre tantas otras preguntas que podrían complejizar la escena y las posiciones frente a cada situación particular.
En un contexto de excesos de información circulando, donde la cantidad muchas veces no permite ni facilita discriminar calidades, contar con recursos que orientan en la complejidad, que abren caminos mediante los conocimientos para aproximarnos a una mejor comprensión de las situaciones problemáticas, hace la diferencia. Eso es hacer uso del Diagnóstico, no es abuso.
Juan Augusto Laplacette